miércoles, 10 de febrero de 2010

Renovación de las promesas de Ordenación en el Jubileo Sacerdotal


Renovación de las promesas de Ordenación
en el XXV Jubileo Sacerdotal 1985-2010


Yo, Manuel Glez. López-Corps., presbítero,
ante Dios omnipotente y misericordioso y ante su Iglesia,
representada en mis hermanos y en los fieles aquí presentes,
consciente de que todo lo he recibido de Dios,
y queriendo agradecerle el don del ministerio,
renuevo los compromisos que acepté gozoso
el día de mi ordenación,
de unirme más fuertemente al Señor Jesús
y configurarme con Él, renunciando a mí mismo
para el servicio del Pueblo de Dios.

Guiado por la Palabra santa,
de la que fui constituido mensajero,
deseo actuar
como fiel dispensador de los misterios de Dios
renovando la humanidad por el baño del nuevo nacimiento,
en la celebración eucarística
y en las demás acciones litúrgicas,
para que los pecadores sean reconciliados,
aliviados los enfermos
y bendecido el amor de los esposos.

Deseo desempeñar fielmente el ministerio de la predicación
como seguidor de Cristo, Pastor, Maestro y Sacerdote,
entregándome con todo empeño
a la misión evangelizadora
y al servicio de la caridad de la Iglesia,
para gloria de Dios,
bien de la Santa Madre Iglesia
y servicio de los hombres mis hermanos.

Implorando la misericordia divina
y el don septenario del Espíritu,
roguemos unidos los unos por los otros,
para ser auténticos siervos del Señor y de su Iglesia;
y para que no falten a su pueblo pastores según su corazón.
Pedimos también la intercesión de la Iglesia del cielo:
de Santa María, la Inmaculada Virgen Madre,
y de todos los ángeles y santos. R./ Amén

Por la gracia del amor de Aquél
que es un solo Dios en la Trinidad,
y vive y reina por los siglos de los siglos. R./ Amén.

martes, 9 de febrero de 2010

normas de conducta de Gothia (textos del s. VII en Hispania)


Considera que Dios se presentó humilde
y que se abajó hasta tomar forma de siervo,
hecho obediente hasta la muerte.

Sigue los pasos por donde Él caminó,
copia sus ejemplos, recorre sus huellas.

Vive pobremente,
ama ser tenido en poco,
no rehuyas el desprecio;
estímate en poco
y considérate despreciable ante ti mismo (cf. 171).

martes, 2 de febrero de 2010

a los 40 días de Navidad -recordatorio-


El ANUNCIO SOLEMNE DE LAS FIESTAS PASCUALES:
UNA ANTIGUA COSTUMBRE HISPANA RECUPERADA
Para el día 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, denominada “Aparición” en la liturgia Hispana, el Ceremonial de los Obispos propone anunciar a modo de proclama la fecha de la Santa Pascua y las fiestas móviles del año que dependen de ella (cf. C.E. 240). Es un anuncio significativo ya que la fecha de Pascua es movible ya que depende del calendario lunar (el plenilunio después del equinoccio de primavera) y hay que situarla en el calendario solar o fijo.
Es propio del diácono, o en su defecto de otro ministro, el hacer los oportunos anuncios o advertencias al pueblo en la conclusión de la Misa y en un lugar oportuno (“Ordo Missae” n.154). Sin embargo, dada la importancia de la fecha de Pascua, la Iglesia prevé que sea desde el ambón -lugar reservado para la proclamación de la Buena Noticia- y por el diácono que proclama el Evangelio, desde donde y quien, anuncie a la comunidad la solemnidad de las solemnidades. De idéntica manera, el mismo ministro y desde el mismo lugar, en la noche de la Vigilia cantará el único anuncio que los cristianos hacemos al mundo: Cristo ha resucitado del abismo y nosotros estamos llamados a resucitar con Él.
La centralidad de la Pascua
En nuestra tradición hispana este anuncio de la fecha de Pascua puede remontar al siglo IV (cf. “Liber Ordinum” 523). Los antiguos textos de los manuscritos mozárabes nos transmiten la lectura del Evangelio, el sermón de la manifestación del Señor con el Solemne anuncio y la aclamación del Aleluya como corolario. Esta costumbre, olvidada en los últimos años, ha vuelto a ser recuperada como signo de la centralidad de la Pascua y de la íntima relación existente entre Navidad-Epifanía y Resurrección. El carácter eminentemente pascual de las fiestas navideñas lo expresa la eucología de la liturgia hispana al decir: “El que nace viene para morir”. En la felicitación castellana hemos conservado este sentido en el popular deseo: ¡felices pascuas! Este parabién, extraño a oídos extranjeros, muestra como entre nosotros se ha mantenido muy viva la conciencia de que las fiestas navideñas no celebran un hecho aislado sino que sitúan en la perspectiva del acontecimiento pascual. Navidad es el inicio de la Redención, o lo que es lo mismo, la fuerza salvadora del Misterio Pascual se manifiesta ya en María. Por ello, el anuncio de las fiestas de Pascua y las celebraciones móviles es una manera adecuada de subrayar la Manifestación del Señor en una carne que ha de entregarse por nosotros y para nuestra salvación: la Pascua es el verdadero motivo de la venida de Cristo Señor.
Texto del anuncio hispano
No está de más que en nuestras comunidades se recupere este sencillo pero evocador rito. El diácono, un cantor o, en su defecto, el presidente, anuncian solemnemente la fecha de Pascua al concluir la proclamación evangélica. La asamblea escucha en pie la el anuncio concluyendo con el canto del Aleluya como se hizo al inicio, durante la procesión con el Evangeliario.
Son ampliamente conocidos los formularios que propone el Pontifical Romano o el Misal Italiano (cf. “Libro de la Sede” o el “Calendario Litúrgico”). Presentamos aquí la traducción del Anuncio Pascual Visigótico-mozárabe:


Queridos hermanos:

En la revelación
del nacimiento corporal de Nuestro Señor Jesucristo,
y ante tantos signos de su presencia,
os anunciamos la solemnidad de la Pascua.

Así, pues, amados hermanos
que os habéis reunido en la iglesia de Dios para celebrar el día de la Aparición del Señor Nuestro, Jesucristo, tened presente su Muerte gloriosa.

En este año de 2010 la santa Cuaresma
inicia el 17 de febrero.
El jueves de la Cena del Señor, 1 de abril,
inician los misterios
de la Gloriosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Ante esto, os exhorto hermanos,
a que pongamos empeño en llevar desde ahora
una vida honrada y religiosa, casta y sobria,
para que merezcamos llegar
a la santa solemnidad de la Resurrección
sin pecado y abundando en buenas obras.

Purifiquémonos de los malos deseos
del cuerpo y del espíritu.
Por la confesión de los pecados
alejemos el castigo del Señor.
Evitando caer en las antiguas faltas
acojámonos a su misericordia
abrazando con sincero corazón la concordia:
para que los misterios de la santísima Pasión nos hagan partícipes de la Resurrección del Señor.

Que a su vuelta
no encuentre en nosotros nada que reprochar
sino que nos halle preparados
para recibir la corona de gloria.

Él, clemente y misericordioso que vive con el Padre y reina con el Espíritu Santo, un sólo Dios por los siglos de los siglos.

Amén. Aleluya.
P. Manuel Glez López-Corps,
Facultad de Teología san Dámaso. Madrid